La paulatina desaparición de la selva asiática
Un estudio predice que a este ritmo toda la selva húmeda nativa del sureste asiático habrá desaparecido para 2030.
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El sureste de Asía contiene cerca de 250.000 kilómetros cuadrados de bosques pantanosos. Son el lugar de criaturas como el orangután o el pez más pequeño del mundo. Además almacenan grandes cantidades de carbono. Pero estas regiones del planeta están en peligro real de desaparición según un estudio reciente. Si se continua con el ritmo actual de talas, drenajes y quemas para 2030 habrán desaparecido totalmente y miles de millones de toneladas de carbono habrán sido arrojadas a la atmósfera. Y las especies que contienen habrán desaparecido para siempre.
Casi todas estas zonas pantanosas se encuentran en la península malaya y en archipiélago de islas cercanas como Borneo y Sumatra. El agua de la lluvia baja de las montañas y atraviesa los bosques hasta que termina en las tierras bajas donde difícilmente puede drenarse de manera natural. Es allí donde se forman esos pantanos y en donde la vegetación sólo se descompone parcialmente y se transforma en un material turboso que almacena gran cantidad de carbono. Ese ambiente crea condiciones únicas para la vida.
Las zonas pantanosas del Suroeste de Asia contienen entre el 6% y el 7% de las turberas del mundo y almacenan cerca de 64.000 millones de toneladas de carbono, es decir cerca de 9 veces las emisiones globales de combustible fósil en 2006.
En los ochenta los agricultores de la zona empezaron a destruir estos bosques pantanosos y a sustituirlos por plantaciones de palma de aceite. Los satélites de vigilancia de la Tierra han estado visualizando y documentando esta destrucción durante décadas, pero los investigadores nunca habían precisado cuantitativamente esta perdida a lo largo de grandes periodos de tiempo.
Ahora, un grupo de expertos de la Universidad Nacional de Singapur liderados por Jukka Miettinen ha estado usando imágenes de satélite para estudiar precisamente qué está pasando en esa región del mundo.
Han estudiado durante cinco años, píxel a píxel, gracias al uso de sofisticados algoritmos, esas imágenes en busca de regiones naturales, plantaciones humanas y áreas urbanas. Además han incorporado imágenes de infrarrojo para cuantificar el alcance de los incendios de origen humano. Han conseguido elaborar mapas que muestran el grado de destrucción y su avance.
Los resultados han sido publicados en Frontiers in Ecology and the Environment y muestran que las zonas pantanosas han caído desde el 77% al área original a un 36% entre 1990 y 2010. A ese ritmo el bosque pantanoso desaparecerá en dos décadas.
Miettinen se muestra sorprendido por los terribles resultados, pese a que ha estado trabajando en la región durante cerca de 10 años no era consciente del alcance del daño producido al entorno natural. Otros investigadores no involucrados en este estudio también se muestran sorprendidos y asustados por la escala de destrucción y su rapidez.
Casi todas estas zonas pantanosas se encuentran en la península malaya y en archipiélago de islas cercanas como Borneo y Sumatra. El agua de la lluvia baja de las montañas y atraviesa los bosques hasta que termina en las tierras bajas donde difícilmente puede drenarse de manera natural. Es allí donde se forman esos pantanos y en donde la vegetación sólo se descompone parcialmente y se transforma en un material turboso que almacena gran cantidad de carbono. Ese ambiente crea condiciones únicas para la vida.
Las zonas pantanosas del Suroeste de Asia contienen entre el 6% y el 7% de las turberas del mundo y almacenan cerca de 64.000 millones de toneladas de carbono, es decir cerca de 9 veces las emisiones globales de combustible fósil en 2006.
En los ochenta los agricultores de la zona empezaron a destruir estos bosques pantanosos y a sustituirlos por plantaciones de palma de aceite. Los satélites de vigilancia de la Tierra han estado visualizando y documentando esta destrucción durante décadas, pero los investigadores nunca habían precisado cuantitativamente esta perdida a lo largo de grandes periodos de tiempo.
Ahora, un grupo de expertos de la Universidad Nacional de Singapur liderados por Jukka Miettinen ha estado usando imágenes de satélite para estudiar precisamente qué está pasando en esa región del mundo.
Han estudiado durante cinco años, píxel a píxel, gracias al uso de sofisticados algoritmos, esas imágenes en busca de regiones naturales, plantaciones humanas y áreas urbanas. Además han incorporado imágenes de infrarrojo para cuantificar el alcance de los incendios de origen humano. Han conseguido elaborar mapas que muestran el grado de destrucción y su avance.
Los resultados han sido publicados en Frontiers in Ecology and the Environment y muestran que las zonas pantanosas han caído desde el 77% al área original a un 36% entre 1990 y 2010. A ese ritmo el bosque pantanoso desaparecerá en dos décadas.
Miettinen se muestra sorprendido por los terribles resultados, pese a que ha estado trabajando en la región durante cerca de 10 años no era consciente del alcance del daño producido al entorno natural. Otros investigadores no involucrados en este estudio también se muestran sorprendidos y asustados por la escala de destrucción y su rapidez.
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Esos bosques son un hábitat único que contienen cerca de 6000 especies de plantas, docenas de aves, peces y mamíferos que no hay en ningún otro lugar del mundo. Cuando esas selvas desaparezcan no habrá más orangutanes, ni más flores titán, ni más aves del paraíso. El mundo habrá perdido gran parte de su riqueza natural y el ser humano será mucho más pobre desde el punto de vista intelectual y ético. Además esa extinción también se dará en otras regiones del globo hasta transformar este maravilloso planeta en una bola recubierta por campos de cultivo, ciudades y gente.
Pero el efecto de esta desaparición de bosques en el sureste de Asia afectará al resto del globo también de otro modo. Una vez la destrucción se materialice por completo, se liberarán grandes cantidades de dióxido de carbono que afectarán al clima mundial. Esas regiones han pasado de ser sumideros de dióxido de carbono a ser fuentes de ese gas. El sureste de Asia emite ya 363 millones de toneladas de carbono cada año debido a la destrucción de los bosques pantanosos.
Cada año desaparecen 2700 kilómetros cuadrados de bosques pantanosos en el Sureste de Asia. Un investigador que quiere permanecer en el anonimato, para no perder así el empleo, afirma que el gobierno de Indonesia no está haciendo absolutamente nada para evitar todo esto. “Hay muchas palabras para agradecer a los donantes internacionales, pero no hay acciones. Parece incluso que en algunas regiones se está acelerando la destrucción a propósito, para así asegurarse que se hace antes de que se establezcan leyes de conservación y que se hagan cumplir”.
El aceite de palma es uno de principales culpables de esta destrucción. Como los gobiernos no quieren establecer trabas a su importación, quizás deban ser los ciudadanos los que tengan que hacer algo al respecto.
Además de usarse para la producción de biodiesel, el aceite de palma se usa en la industria alimenticia y en los cosméticos. Bajo el nombre “aceites vegetales” se incluye a este aceite y a otros igualmente perniciosos para el medio ambiente como el de coco. Pero es que además del ecocidio que significa su consumo, son perniciosos para la salud. Los fabricantes de bollería saben perfectamente todo esto y muchas veces no especifican los aceites usados (la legislación no les obliga) para que así, con el apellido “vegetal”, se cuelen en la cesta de la compra del consumidor poco informado. Los fabricantes que no los utilizan suelen especificar “aceite de girasol” o incluso “aceite de oliva” en el etiquetado. Recuerde todo esto cuando vaya al supermercado, la selva asiática (o sudamericana) y su salud se lo agradecerán.
Pero el efecto de esta desaparición de bosques en el sureste de Asia afectará al resto del globo también de otro modo. Una vez la destrucción se materialice por completo, se liberarán grandes cantidades de dióxido de carbono que afectarán al clima mundial. Esas regiones han pasado de ser sumideros de dióxido de carbono a ser fuentes de ese gas. El sureste de Asia emite ya 363 millones de toneladas de carbono cada año debido a la destrucción de los bosques pantanosos.
Cada año desaparecen 2700 kilómetros cuadrados de bosques pantanosos en el Sureste de Asia. Un investigador que quiere permanecer en el anonimato, para no perder así el empleo, afirma que el gobierno de Indonesia no está haciendo absolutamente nada para evitar todo esto. “Hay muchas palabras para agradecer a los donantes internacionales, pero no hay acciones. Parece incluso que en algunas regiones se está acelerando la destrucción a propósito, para así asegurarse que se hace antes de que se establezcan leyes de conservación y que se hagan cumplir”.
El aceite de palma es uno de principales culpables de esta destrucción. Como los gobiernos no quieren establecer trabas a su importación, quizás deban ser los ciudadanos los que tengan que hacer algo al respecto.
Además de usarse para la producción de biodiesel, el aceite de palma se usa en la industria alimenticia y en los cosméticos. Bajo el nombre “aceites vegetales” se incluye a este aceite y a otros igualmente perniciosos para el medio ambiente como el de coco. Pero es que además del ecocidio que significa su consumo, son perniciosos para la salud. Los fabricantes de bollería saben perfectamente todo esto y muchas veces no especifican los aceites usados (la legislación no les obliga) para que así, con el apellido “vegetal”, se cuelen en la cesta de la compra del consumidor poco informado. Los fabricantes que no los utilizan suelen especificar “aceite de girasol” o incluso “aceite de oliva” en el etiquetado. Recuerde todo esto cuando vaya al supermercado, la selva asiática (o sudamericana) y su salud se lo agradecerán.
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